Con angustia.
Con soledad.
Con dolor.
Con desilusión.
Con miedo.
Con una profunda tristeza.
Con dudas, muchas dudas.
Con rabia.
Con melancolía.
Con enfermedad.
Con muerte.
Tantas cosas que quisiera se solucionaran en mi vida... y siguen igual. Me enfrento a Dios diariamente porque no entiendo mi dolor y mucho menos el dolor de aquellos a quienes mas amo. Que difícil es enfrentar este proceso de mi vida, tan solo... porque puedo tener a muchas personas alrededor, pero mi situación, el único que realmente la vive y la sufre soy yo... los demás se solidarizan a la distancia pero eso no es suficiente... quisiera más.
Y con los ojos secos porque ya no pueden salir más lágrimas y con el corazón mas que arrugado... le protesto a DIOS.
Dios, dime ¿por qué? Busco en El una respuesta a todo lo que me está pasando o le pasa a aquellos que se alojan en mi corazón y no quisiera que sufrieran mas. Y como respuesta... solo silencio... parece que Dios solo escuchara. Parece que Dios no tuviera tiempo de contestar todos los mensajes de voz que le llegan al buzón de su celular.
Entonces sucede algo maravilloso. Cuando dejo de llorar, cuando dejo de protestar, cuando dejo de quejarme...cuando el terremoto de mis injurias y reclamos pasa... llega la suave brisa y Dios en ella habla.
Dios no se manifiesta ni en el terremoto, ni en el incendio, ni en el viento huracanado; se manifiesta en la suave brisa. (1 Reyes 19, 9 -11). Así como le pasó a la Magdalena cuando encuentra a Jesús Resucitado, cuando por fin se calla y deja de hablarle a Jesús pensando que es el sepulturero y le pregunta ¿dónde está el cuerpo de Jesús? Cuando ella por fin se calla. En el silencio del corazón reconoce a Jesús.
Ese es el reto de la fe. Callar el corazón. Callarme. Para escuchar a Jesús. Poder entender que creo en un Dios amoroso, no en un dios sádico que se goza viéndome sufrir. Le hablo tanto a Dios y le pido tanto; que se me olvida hacer silencio para poder escucharlo. Soy tan frágil al dolor y al sufrimiento (sin importar la causa de ellos) que pienso muchas veces que son superiores a mis fuerzas. Y claro que lo son. Cualquier dolor, sufrimiento, temor, enfermedad, muerte, melancolía, rabia, etc., cualquiera de esas situaciones es tremendamente superior a mi, si las enfrento solo. Se hacen pequeñas cuando las enfrento bajo el manto amoroso de Dios.
Dios no me abandona. El que lo ha abandonado, he sido yo. A quién les cuesta abandonarme en su amor, es a mi. Creo y deposito mi fe en tantas personas que son factibles de equivocarse y desilusionarme pero depositar mi fe y abandonarme en Aquel que me dio la vida, lo veo tan utópico, tan lejano... lo veo como una figura literaria, romántica. No veo la oportunidad real de abandonarme en Dios. Eso se lo dejo a los curas, las monjas y las viejitas camanduleras. Y este concepto tan equivocado no me ayuda para nada.
Igual que un niño se abandona con confianza absoluta ante su padre que desde la piscina le dice que se lance que el lo recibirá. Así debería ser yo. No perder la inocencia y la confianza de un niño ante el amor de su padre.
Se me olvida que Dios me creo y que tiene para mi un plan determinado. Quizás ya es tiempo de dejar de llorar. De empezar a escuchar. Y de sentir el amor profundo de Dios en mi vida. Entender y percibir que Dios está actuando. Y que mi llanto, mi tristeza, mi decepción y mi desesperación no me dejan ver su acción en mi vida y en la vida de los que amo.
EL AMOR DE DIOS ES INFINITO ES CONFIANZA, Y QUE ME CREO A SU IMAGEN Y SEMEJANZA Y QUE TIENE ALGO PARA MI QUE EH SIDO SELECCIONADA ESCOGIDA POR EL Y QUE EL ME DA CADA INSTANTE SU SABIDURÍA PARA VERLO A EL CADA INSTANTE DE MI VIDA
ResponderEliminarHermosa reflexión, muy apropiada para mi en estos momentos de tribulación, entendí el mensaje; callar y dejaré que Él en una suave brisa, me hable!!
ResponderEliminarHermosa reflexión, muy apropiada para mi en estos momentos de tribulación, entendí el mensaje; callar y dejaré que Él en una suave brisa, me hable!!
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